Corría enero del 2009 y yo había decidido que quería escribir guiones de historieta. Hacía poco menos de un año que había descubierto a Gaiman y a Moore, y mi amor por el medio (que había sufrido un hiato de ¡16 años! desde mi adolescencia temprana), renació con la fuerza que solo una explosión del parlamento inglés, un rostro con el test de Roschach, y un diálogo entre el Señor de los Sueños y Shakespeare podían imprimirle. Todavía no tenía canas, es cierto (y tampoco las tengo), pero la mayoría de mis amigos sí las tenían (y esto cuando no habían perdido el cabello ya –camino hacia el cual me dirijo inexorablemente, valga la confesión). El punto es que volví a creer en la historieta cuando creía empezar a encontrar mi voz en el terreno de la poesía y la narrativa, y esa fe renacida fue tanto como una perdición. Abandoné todos mis proyectos literarios y me puse a escribir mi primer guión de cómics, un breve pero pretencioso relato medieval que más allá de sus pequeños logros tuvo que esperar hasta hace poco más de un mes a que llegara un dibujante con valentía para hacerle frente: punto a favor para mi amigo y colega Pedro Lobato, que se puso al dibujo de este otrora olvidado asunto.
No fue para Pedro que escribí este guión, claro. Era comienzos del 2009 y aún no conocía siquiera un solo dibujante con el cual ejercitarme. De modo que inicié una búsqueda en Internet y fui a dar con un puñado de candidatos. Aquella búsqueda me puso en contacto con el ilustrador español Carlos Venegas, quien me propuso la temática medieval y en quien quedó la decisión de seleccionar un argumento entre los varios que le envié. Meses después, Carlos abandonaba el proyecto en la segunda página de ocho, sin motivo aparente. Cualquiera haya sido la razón de su abandono, tampoco lo culparía si hubiese sido por el guión. Después de todo, yo venía de la narrativa e ingresé en los cómics leyendo los guiones de Moore y Gaiman. ¿Era culpa mía si para 8 páginas de historieta yo había escrito 35 páginas de guión? ¿Eh, era culpa mía?
Mirándolo en retrospectiva, debo confesar que más allá del profundo soporte histórico (que incluía el manual de brujería medieval ‘Malleus Maleficarum’) y de unos muy inspirados diálogos ‘medievalistas’ (con vocablos y estructuras hurtadas al Malleus y al –no tan medieval- Quijote), se trataba en definitiva de un guión tremendamente mal estructurado: demasiada información y demasiados diálogos atiborrados en demasiadas viñetas, apretujadas en muy pocas páginas. No necesité mucho tiempo de experiencia escribiendo guiones para darme cuenta de esto. Y este motivo, unido al abandono del dibujante primero, lograron que aquel guión durmiera el largo sueño de los olvidados en alguna recóndita carpeta de mi portátil. Hasta que Pedro entró en escena, claro.
Resulta que Pedro me propuso escribir una adaptación del Cantar del Mío Cid al cómic, proyecto aún en bastidores pero al que dediqué buena parte del 2012. Por entonces, entre charla y charla, solté el dato de que tenía un guión medieval. ‘El Cantar’ no acabó de concretarse y con Pedro continuamos avanzamos unos casilleros más en nuestro webcómic ‘Seco’. Después de un largo período de descanso mutuo (quienes nos conocen saben que Pedro se los tiene bien merecidos), mi colega volvió al ruedo con muchas ganas de hincar sus colmillos en una historia medieval. Me recordó aquel viejo guión y acepté enviárselo, dándole absoluta libertad para que hiciera lo que gustara de él. ¿A alguien le sorprende que Pedro se devorara el descomunal guión y decidiera duplicar el número de páginas de la historia, dando por finalizada la última y decimosexta página en poco más de una semana? Pues a mí no. Pedro es así, casi tan enfermo como yo.
En fin, aunque no deja de tratarse de una historia imperfecta, el amor que mi colega volcó en ella me ha permitido volver a valorarla después de tanto tiempo. Y ahora llegó el momento de compartirla con todos ustedes. Encontrarán el link debajo de la inesperada portada que me envió Pedro cuando el dibujo ya estaba concluido. Que lo disfruten.
No fue para Pedro que escribí este guión, claro. Era comienzos del 2009 y aún no conocía siquiera un solo dibujante con el cual ejercitarme. De modo que inicié una búsqueda en Internet y fui a dar con un puñado de candidatos. Aquella búsqueda me puso en contacto con el ilustrador español Carlos Venegas, quien me propuso la temática medieval y en quien quedó la decisión de seleccionar un argumento entre los varios que le envié. Meses después, Carlos abandonaba el proyecto en la segunda página de ocho, sin motivo aparente. Cualquiera haya sido la razón de su abandono, tampoco lo culparía si hubiese sido por el guión. Después de todo, yo venía de la narrativa e ingresé en los cómics leyendo los guiones de Moore y Gaiman. ¿Era culpa mía si para 8 páginas de historieta yo había escrito 35 páginas de guión? ¿Eh, era culpa mía?
Mirándolo en retrospectiva, debo confesar que más allá del profundo soporte histórico (que incluía el manual de brujería medieval ‘Malleus Maleficarum’) y de unos muy inspirados diálogos ‘medievalistas’ (con vocablos y estructuras hurtadas al Malleus y al –no tan medieval- Quijote), se trataba en definitiva de un guión tremendamente mal estructurado: demasiada información y demasiados diálogos atiborrados en demasiadas viñetas, apretujadas en muy pocas páginas. No necesité mucho tiempo de experiencia escribiendo guiones para darme cuenta de esto. Y este motivo, unido al abandono del dibujante primero, lograron que aquel guión durmiera el largo sueño de los olvidados en alguna recóndita carpeta de mi portátil. Hasta que Pedro entró en escena, claro.
Resulta que Pedro me propuso escribir una adaptación del Cantar del Mío Cid al cómic, proyecto aún en bastidores pero al que dediqué buena parte del 2012. Por entonces, entre charla y charla, solté el dato de que tenía un guión medieval. ‘El Cantar’ no acabó de concretarse y con Pedro continuamos avanzamos unos casilleros más en nuestro webcómic ‘Seco’. Después de un largo período de descanso mutuo (quienes nos conocen saben que Pedro se los tiene bien merecidos), mi colega volvió al ruedo con muchas ganas de hincar sus colmillos en una historia medieval. Me recordó aquel viejo guión y acepté enviárselo, dándole absoluta libertad para que hiciera lo que gustara de él. ¿A alguien le sorprende que Pedro se devorara el descomunal guión y decidiera duplicar el número de páginas de la historia, dando por finalizada la última y decimosexta página en poco más de una semana? Pues a mí no. Pedro es así, casi tan enfermo como yo.
En fin, aunque no deja de tratarse de una historia imperfecta, el amor que mi colega volcó en ella me ha permitido volver a valorarla después de tanto tiempo. Y ahora llegó el momento de compartirla con todos ustedes. Encontrarán el link debajo de la inesperada portada que me envió Pedro cuando el dibujo ya estaba concluido. Que lo disfruten.
- Leer ‘La recompensa de los justos’ en Subcultura.
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